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April 3, 2024 5 mins
Mt. 16.13-20; Marcos 8:27-30; Lc. 9.18-21)

Durante el ministerio de Jesús en la Tierra, había muchos rumores sobre la persona de Jesucristo. ¿Quién sería este que hacía milagros y enseñaba aquello que no había estudiado? Era el hijo de un carpintero, no pertenecía a la élite judía, y sin embargo, muchos lo seguían. ¿Quién era este hombre realmente?

Un día que viajaban por la región de Cesarea de Filipo, preguntó Jesús a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”

“Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.”

Juan el Bautista había fallecido injustamente a manos de Herodes. Para atender al capricho de su sobrina, e hija de su amante, Herodes había accedido a matarlo. El profeta, primo de Jesús, había denunciado abiertamente la inmoralidad del tetrarca, y este lo había encarcelado. Durante la fiesta de cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías, cuñada y amante del tetrarca, danzó para este. A Herodes le agradó, y le ofreció cualquier cosa que quisiera, pero ésta, instruida por su madre, pidió que se le entregara en una bandeja la cabeza de Juan.

Cuando Herodes, más tarde, comenzó a escuchar sobre el ministerio de Jesús, creyó que era Juan el Bautista, que había vuelto de la muerte. Algunos más, aparentemente también creían ese rumor.

Otros decían que era Elías. Si recordamos, la Palabra contaba cómo Elías fue llevado al cielo sin pasar por la muerte y el profeta Malaquías había profetizado que Dios volvería a enviar al profeta Elías antes de la llegada del gran día de Jehová (Malaquías 4:5). Así que, se puede entender que algunos creyeran que Jesús era Elías que había vuelto. Otros, lo relacionaban con uno de los grandes profetas del pasado, como Moisés o Jeremías. Veían su poder, pero no querían entender que este era, como él estaba comunicando, el Mesías anunciado.

Así que Jesús preguntó a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
“Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”

Pedro lo tenía claro. El Maestro a quien él seguía era el mismo Dios, el Cristo que esperaban. Curiosamente, el Señor Jesús “les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente.” ¿Por qué haría esto? ¿No sería fantástico que todo el mundo escuchara que este era el Mesías? Mas Jesús había venido con un propósito. Venía a morir. Si todos creían que era el que era, no lo habrían matado. Jesús les explicó diciendo: “Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.”

Cuando esto sucediera, su misión se habría cumplido, y todos los que quisieran podrían comprender que este era en verdad el Cristo profetizado, el Hijo del Dios viviente, el Salvador de sus pecados.

Este es Jesús, del que la Palabra nos habla página tras página. ¿Has confiado en Él para salvación? Romanos 10:11 nos dice: “El que creyere, no será avergonzado.” Dios no defrauda al que en él confía ¿Estás descansando en Él diariamente?
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