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April 11, 2024 7 mins
Lucas 19:1-10
Lucas 18:35-43; Mt. 20.29-34; Mr. 10.46-52


Los evangelios nos cuentan que Jesús y los discípulos, yendo camino a Jerusalén, pasaron por la ciudad de Jericó.

Nos cuenta Marcos 10 que “al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”

Este hombre ciego había oído sobre Jesús de Nazaret, y sabía que podía darle la vista. Por lo que leemos, parece que sabía mucho más de Jesús, porque lo llamó “Hijo de David”. Entendía que Jesús era el prometido Mesías, el Salvador que vendría del linaje de David.

Nos dice el texto que “muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.”

Este hombre dejó todo lo que tenía y levantándose, vino hasta Jesús.

“Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga?” Me encanta. Jesús sabía lo que este ciego necesitaba; sin embargo, hizo que este le pidiera lo que quería. Dios quiere que le pidamos, aún cuando sabe lo que necesitamos. Desea que nos demos cuenta de nuestra necesidad y tengamos la confianza de venir a pedírselo, como hizo este hombre.

“El ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.”

Jesús lo sanó, y la prueba de que este recibió mucho más de Jesús que sus ojos es que vemos que lo seguía en el camino. Había recibido de Dios lo que le había pedido, pero no se fue por su propio camino, sino que se fue siguiendo los pasos de su Salvador.

El segundo personaje que queremos ver hoy es Zaqueo. Como hemos visto en el texto, salían de Jericó, Jesús, sus discípulos y una gran multitud, por lo que sería difícil para algunos ver a Jesús.

Por este motivo encontramos a nuestro personaje, entendiendo quién era este que pasaba por su ciudad, y haciendo todo lo necesario para poder verlo. Se nos dice de Zaqueo que era un jefe de los publicanos, rico y de baja estatura. Ninguna de estas cualidades le ayudaba a llegar hasta Jesús. Pero este había determinado ver quien era Jesús. Así que buscó un árbol al que se pudiera subir, y sin importarle lo que cualquiera pudiera pensar, trepó hasta lo alto para poder divisar al Señor desde allí. Para su sorpresa, “Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.”

¿Cómo? Lo llamaba por nombre, y quería quedarse en su casa. Este no dejó a Jesús esperando. Nos dice el texto que “descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.”

Imagina a los religiosos al ver que Jesús había elegido comer y descansar en casa de un cobrador de impuestos que trabajaba para el imperio romano. Zaqueo, sin embargo, había encontrado en Jesús la paz de su alma. Y lo sabemos porque su vida así lo mostraría.

“Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.” Estaba dispuesto a cambiar su vida para agradar a Dios y ayudar a otros.

“Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

¿Recuerdas las parábolas de lo perdido que era encontrado? Una vez más, Jesús recuerda a los oyentes que no había venido a los que se consideraban justos, sino a aquellos que reconocían que necesitaban salvación. Zaqueo era uno de ellos. Había buscado a Dios y lo había encontrado, y con esto, todos los beneficios que trae el conocerlo.

En Mateo 7:7-8 nos dice el Señor: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá.”

Busca al Señor mientras pueda ser hallado; como Bartimeo, clama a Él; como Zaqueo, haz lo que sea necesario para ver quién es este Jesús. Porque al que clama, Jesús escucha; al que le abre sus puertas, Cristo entra a morar; y la comunión con el Mesías es dulce y duradera.
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