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April 24, 2024 9 mins
Mientras apedreaban a Esteban por anunciar el evangelio, notamos que un joven llamado Saulo, natural de Tarso, aguantaba las ropas de los que lo apedreaban y consentía en su muerte. Este era un perseguidor de cristianos, y nos dice el versículo 3 del capítulo 8 que “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.”

El capítulo 9 nos narra cómo este “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.”

Y fue así como Saulo salió camino a Damasco, con la determinación de encontrar y arrestar a estos cristianos. “Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió” (Hechos 9:3-9).

¿Qué sucedería ahora que este perseguidor de Cristo había experimentado un encuentro personal con el Señor? ¿Cómo cambiaría su vida?

Dios lo tenía todo planeado. Ananías, un seguidor de Jesús, recibió instrucción de ir a encontrar a Saulo el perseguidor. Este al principio se mostró preocupado por la misión que se le estaba asignando, ya que la fama de Saulo era conocida por todos. Dios le estaba diciendo que Saulo oraba y había visto en visión que un varón llamado Ananías vendría a él, y que pondría las manos sobre él para devolverle la vista. “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco” (Hechos 9:15-19).

Ananías confió en Dios a pesar de la amenaza que Saulo suponía y participó en el plan de Dios para la expansión del evangelio.

Imagino que durante esos días que Pablo permaneció en Damasco, estuvo recibiendo enseñanza intensiva de parte de los discípulos de Cristo, los cuales le mostraron en la ley que este conocía todo lo anunciado sobre el Mesías y cómo Jesús cumplió la ley y vino a salvar al mundo de su pecado. Y leemos a continuación cómo pasados muchos días, Pablo, el que había perseguido a la iglesia de Cristo, era perseguido por los líderes religiosos que lo habían enviado a Damasco, ya que este comenzó a predicar a Cristo en las sinagogas, proclamando que Jesús era sin duda Cristo, el Hijo de Dios.

Pablo llegó a encontrarse en una situación difícil; los creyentes en Cristo dudaban de él porque hacía nada los había estado persiguiendo, y los judíos y los griegos querían matarlo porque se había convertido al evangelio.

Fue en este momento que Bernabé, confiando en Dios, intercedió por Pablo ante los apóstoles en Jerusalén, contándoles cómo Saulo había tenido un encuentro personal con Jesús camino a Damasco, y cómo Saulo había “hablado valerosamente en el nombre de Jesús.”

Los apóstoles recibieron a Saulo entre ellos, y al ver que su vida peligraba en Jerusalén, lo enviaron a Cesarea y de ahí a su tierra natal, Tarso.

Qué gozo da leer que tras esta intervención divina, “las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.” Dios les dio un respiro, concediéndoles un tiempo de paz después de la persecución que habían estado sufriendo.

Saulo llegó a ser el que Dios usaría para llevar el evangelio a los gentiles, como Dios había revelado a Ananías cuando este fue a su encuentro.

Ananías y Bernabé son ejemplo para nosotros. Estos dos cristianos confiaron en la obra redentora de Dios cuando hubiera sido más fácil dudar de la verdadera conversión de Saulo. Jesús enseño que debíamos ser astutos como serpiente
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