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August 27, 2022 5 mins
#OscarLeyva Oscar Leyva 2022 Las Mil y una Noche #46


Historia del primer saaluk



«Voy á contarte, ¡oh mi señora! el motivo de que me afeitara las barbas
y de haber perdido un ojo.

Sabe, pues, que mi padre era rey, tenía un hermano, y ese hermano era
rey en otra ciudad. Y ocurrió la coincidencia de que el mismo día que mi
madre me parió nació también mi primo.

Después pasaron los años, y después de los años y los días, mi primo y
yo crecimos. He de decirte que, con intervalos de algunos años, iba á
visitar á mi tío y á pasar con él algunos meses. La última vez que le
visité me dispensó mi primo una acogida de las más amplias y más
generosas, y mandó degollar varios carneros en mi honor y clarificar
numerosos vinos. Luego empezamos á beber, hasta que el vino pudo más que
nosotros. Entonces mi primo me dijo: «¡Oh primo mío! Ya sabes que te
quiero extremadamente, y te he de pedir una cosa importante. No quisiera
que me la negases ni que me impidieses hacer lo que he resuelto.» Y yo
le contesté: «Así sea, con toda la simpatía y generosidad de mi
corazón.» Y para fiar más en mí, me hizo prestar el más sagrado de los
juramentos, haciéndome jurar sobre el Libro Noble. Y en seguida se
levantó, se ausentó unos instantes, y después volvió con una mujer
ricamente vestida y perfumada, con un atavío tan fastuoso, que suponía
una gran riqueza. Y volviéndose hacia mí, con la mujer detrás de él, me
dijo: «Toma esta mujer y acompáñala al sitio que voy á indicarte.» Y me
señaló el sitio, explicándolo tan detalladamente que lo comprendí muy
bien. Luego añadió: «Allí encontrarás una tumba entre las otras tumbas,
y en ella me aguardarás.» Yo no me pude negar á ello, porque había
jurado con la mano derecha. Y cogí á la mujer, y marchamos al sitio que
me habían indicado, y nos sentamos allí para esperar á mi primo, que no
tardó en presentarse, llevando una vasija llena de agua, un saco con
yeso y una piqueta. Y lo dejó todo en el suelo, conservando en la mano
nada más que la piqueta, y marchó hacia la tumba, quitó una por una las
piedras y las puso aparte. Después cavó con la piqueta hasta descubrir
una gran losa. La levantó, y apareció una escalera abovedada. Se volvió
entonces hacia la mujer y le dijo: «Ahora puedes elegir.» Y la mujer
bajó en seguida la escalera y desapareció. Entonces él se volvió hacia
mí y me dijo: «¡Oh primo mío! te ruego que acabes de completar este
favor, y que, cuando haya bajado, eches la losa y la cubras con tierra,
como estaba. Y así completarás este favor que me has hecho. En cuanto al
yeso que hay en el saco y en cuanto al agua de la vasija, los mezclarás
bien, y después pondrás las piedras como antes, y con la mezcla llenarás
las junturas de modo que nadie pueda adivinar que es obra reciente.
Porque hace un año que estoy haciendo este trabajo, y sólo Alah lo
sabe.» Y luego añadió: «Y ahora ruega á Alah que no me abrume de
tristeza por estar lejos de ti, primo mío.» En seguida bajó la escalera,
y desapareció en la tumba. Cuando hubo desaparecido de mi vista, me
levanté, volví á poner la losa, é hice todo lo demás que me había
mandado, de modo que la tumba quedó como antes estaba.

Regresé al palacio, pero mi tío se había ido de caza, y entonces decidí
acostarme aquella noche. Después, cuando vino la mañana, comencé á
reflexionar sobre todas las cosas de la noche anterior, y singularmente
sobre lo que me había ocurrido con mi primo, y me arrepentí de cuanto
había hecho. ¡Pero con el arrepentimiento no remediaba nada! Entonces
volví hacia las tumbas y busqué, sin poder encontrarla, aquélla en que
se había encerrado mi primo. Y seguí buscando hasta cerca del anochecer,
sin hallar ningún rastro. Regresé entonces al palacio, y no podía beber,
ni comer, ni apartar el recuerdo de lo que me había ocurrido con mi
primo, sin poder descubrir qué era de él. Y me afligí con una aflicción
tan considerable, que toda la noche la pasé muy apenado hasta la mañana.
Marché en seguida otra vez al cementerio, y volví á buscar la tumba
entre todas las demás, pero sin ningún resultado. Y continué mis
pesquisas durante siete días más, sin encontrar el verdadero camino. Por
lo cual aumentaron de tal modo mis temores, que creí volverme loco.


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